El día en que lleguen los televisores con conexión a Internet, que nos permitan acceder a páginas web y nos lean con un software especial los textos, y que además nos permitan ver los vídeos de Yotube, se acabaron los noticieros. Me muerdo de impaciencia las uñas.
Digo esto por algo que me pasó anoche. Cambiaba de canales para ir cogiendo el sueño, cuando fui a dar en uno en el que comenzaba un noticiero. En los “titulares”, mencionaron una noticia que en ese momento me interesó ver. Comenzó el noticiero y dieron dos noticias antes de la que me interesaba. Cuando llegó el turno de ésta, ya me había arrepentido de haber permanecido atento, tragándome las dos anteriores que me habían dejado un regusto amargo.
En muchas ocasiones, nos vemos forzados a tragarnos noticias que, en el mejor de los casos no nos interesan, pero que en el peor nos dejan una desazón, un mal sabor de boca, una inquietud indefinida. No importa qué noticias en concreto. No importa tampoco si es la manera de transmitirlas la que nos deja así. El caso es que terminamos siendo bajoneados en un momento en el que sólo queríamos pasar el tiempo. Las noticias (su forma y su contenido) nos agarran con las defensas bajas. Queríamos descansar un rato la cabeza y los ojos en cosas que no fuesen un insulto a la inteligencia y, ¡zas!, ahí te va eso.
Por eso espero con impaciencia el día en que esos televisores lleguen con precios accesibles (que lo mismo ya los hay). Así, en lugar de arriesgarme a ser deprimido (porque no me deprimo
:me deprimen), desde mi cama entraría a un blog donde hay un vínculo a un vídeo muy gracioso en Yotube. Me construiría mi propia programación de relajamiento. Haría zapping entre uno y otro sitio web intrascendente y, si descubría de pronto algo más serio que me pudiese interesar, entraría y lo leería/vería sin tener que aguantar antes otras cosas que no estuviesen relacionadas con eso.
Desde el auge de Internet, la televisión tal y como la conocemos hoy en día tiene los días contados. Desde aquí, abogo por la verdadera programación a la carta. Y el día en que llegue, que no creo que esté muy lejano, quizá los directores de los canales se den cuenta de que sus enfoques tremendistas, sus descontextualizaciones continuas, sus meadas fuera del tiesto, no nos interesan y nos amargan la existencia, hecho este último para el cual su ayuda es innecesaria.
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