El caparazón es un blog que me leo por bloques. En lugar de seguir diariamente su publicación, lo leo cuando hay un cierto número de entradas acumuladas. Y no porque me aburra, sino por todo lo contrario: tengo que reunir el ánimo de ponerme a pensar y a reflexionar, ya que lo que allí se encuentra te ofrece perspectivas nuevas y te provoca a reflexionar sobre ellas.
Dejo para un futuro post una entrada que me ha llamado la atención acerca de la ficción y su aplicación pedagógica (que tiene su tela que cortar), para dejaros una cita de un par de párrafos con los cuales concuerdo plenamente:
Si jugamos al juego de la competitividad con argumentos que descalifican al otro, en lugar de trabajar en positivo y crear una blogosfera hispana con algún que otro líder de opinión en la “elitosfera” anglo de siempre, conseguiremos exactamente aquello que tan bien se hace en política y sobre lo que también nos previene Castells: Desacreditarnos a nosotros mismos ante los que nos leen porque confiaron alguna vez en que las cosas podían hacerse de forma distinta.
Lo último es solo un ejemplo de algo que se repite a menudo: blogueros que critican a blogueros concretos, (simulando un barrio, más que el universo de conocimiento al que a menudo nos referimos) incorrección en las citas, ausencia de reconocimiento hacia autores que además son líderes conocidos, no son cosas que construyan una blogosfera de calidad.
Las negritas son de Dolors Reig, la autora. Pero también las suscribo, caramba.
Últimamente me vengo encontrando con bastante frecuencia con esto del síndrome del barrio, o del pueblo chiquito, ya sea en un ámbito o en otro. Y unido a esto, una necesidad de renovación en cuestión de contenidos y de formatos que, en lo personal, comparto y espero, desde mis microespacios en la web, hacer casi dogma de fe para el próximo año que ya mismo empieza. Pero esto es otro asunto que espero tocar más adelante. Porque también tiene su tela, joé.
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