Ya van no se cuantas veces que comienzo esta entrada y siempre termino derivándome hacia un tipo de discurso lleno de formas ampulosas pero vacío de contenido. Estoy tratando de decir algo, pero no consigo encontrar la manera adecuada de hacerlo. Voy a probar de otra manera:
- Estoy harto de la crispación con la que se realizan ciertos debates en torno al asunto de los derechos de autor. Sobre todo por parte de las entidades gestoras y de los intermediarios, que sueltan falsedades constantemente para tratar de mantener su status quo. El problema de estas afirmaciones falsas es que están disparándose en el pie, pues llegará un día en el que tendrán que decir Diego donde dijeron digo, lanzándose una piedra más sobre su ya maltrecha credibilidad. Ya basta con lo de que “una copia descargada es una copia no vendida”.
- ¿Tiene derecho el autor a cobrar por su trabajo? Para mí, no hay duda. Pero hay muchas maneras de hacerlo, sobre todo maneras más equilibradas que aquellas que defienden los taliban del copyright. Hay que encontrar una solución que beneficie a todos, un equilibrio entre la generación de cultura y entretenimiento y el acceso a ellos (no disfracemos de arte lo que, posiblemente, no lo sea ni necesite serlo para validarse).
- Los intermediarios son necesarios, pero no como lo han sido hasta la popularización de Internet. Para empezar, hoy en día todos somos intermediarios, y todos tenemos la posibilidad (relativa) de serlo en mayor magnitud. El intermediario de hoy en día tiene el papel de dar a conocer la obra y de valorarla, no de permitir o negar su difusión. Antes, en el sector del libro, las editoriales tenían el poder de dar vía libre a una obra o de impedir que viese la luz. Hoy, ese poder ha disminuido, y deberían adaptarse a los tiempos.
- Si nos quieren obligar a pasar por caja, la única solución es, simplemente, que no pasemos. Pero haciéndolo según sus reglas, de manera que demostremos la inviabilidad de su modelo. De nada sirve cifrar la transmisión de información cuando la encriptación puede ser ilegalizada. De nada sirve únicamente declararse al margen de la ley, ya que de esta forma la ley nunca será cambiada. Sólo se consigue que los castigos sean más severos y que las restricciones se incrementen. Por otro lado, eso sería en los casos en los que no haya compensación por copia privada. Porque si la hay, todo lo que bajemos de Internet, con copyright o sin él, es legal.
- Está bien bajarse una canción de vez en cuando, ver una de sus películas bajándola de la red, pero no hay que hacer de ello algo indispensable. Para nuestra “alimentación intelectual y emocional” podemos recurrir perfectamente a trabajos con licencias permisivas que permitan su libre distribución siempre que sea sin ánimo de lucro, a obras en dominio público, etc. Hay mucho donde poder elegir en la red. Mientras las industrias culturales y del entretenimiento no expíen sus pecados (sobreprecio, tácticas desmesuradas de promoción, repetición de fórmulas hasta el hartazgo, etc.), no podremos volver a confiar en ellas. De hecho, no sé si lo volveremos a hacer.
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