Nos quieren echar… No, nos están echando el aliento encima porque eso es todo lo que nos pueden echar. No soy un ingenuo y no creo que las leyes no puedan torcerse para dificultar la vida del ciudadano a beneficio de unos pocos. Seguramente, así suceda ya (ver la compensación por copia privada en España). Pero también creo que los comportamientos de la sociedad en su conjunto tienden a autoregularse, buscando un equilibrio que, a pesar de que no se alcance de manera definitiva, sí hay una tendencia constante hacia él. Cualquier burbuja tiende a estallar, cualquier exageración tiende a disminuir. Pero, mientras tanto, los perjuicios temporales pueden ser considerables. Y tocan los cojones cosa mala.
Digamos entonces que llevasen a cabo lo de los aeropuertos. ¿Cómo lo van a llevar a la práctica? ¿Van a examinar uno por uno todos los aparatos electrónicos capaces de llevar archivos con derechos de autor? ¿Vas a tener que pedir hora para dejar tu máquina-usb-reproductor-loquesea y luego recogerla antes de embarcar? ¿Cómo van a diferenciar entre un documento en PDF con licencia CC y un documento con copyright que escaneé del original que yo compré para mi uso personal? ¿Qué harán las aerolíneas cuando noten una disminución en sus ingresos por lo incómodo que se haga volar? Y eso, sólo son algunas preguntas que surgen a vuela pluma.
Lo dicho: nos están echando el aliento en el cogote lanzando al aire medidas inaplicables técnicamente y sin vulnerar derechos fundamentales. Ya que por el momento no se pueden aplicar sistemas efectivos de control, se está tratando de crear una atmósfera de miedo a escala mundial, una ilusión de control que se pueda constatar mediante la elección aleatoria de un par de cabezas de turco que generen leyendas urbanas que asusten a la población. Vamos, un FUD en toda regla (siglas en inglés de “miedo, incertidumbre y duda”). A eso se le llama ingeniería social, mucho más efectiva que cualquier ingeniería informática.
Como he dicho, cualquier comportamiento social tiende al equilibrio. La aparición de sistemas para intercambiar fácilmente información (con o sin derechos de autor) fue una reacción natural a la burbuja que creo la industria de contenidos. Ahora, ésta trata de oponerse a una regulación que les hará perder los beneficios obtenidos por medio de una alteración artificial y desmesurada de su propio mercado. Por ahora, los mecanismos que tienen a mano son todo tipo de FUDs que les vengan a la cabeza. Vendrán más, tenedlo por seguro.
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