No, no las mires. Están ahí, tentadoras. No, ni se te ocurra. No, no, nooooo...
Demasiado tarde. Ahí están, con su verdad implacable e inapelable.
Son las estadísticas de tu blog.
Y resulta que no dicen lo que tu esperabas.
Así que, ¿para qué escribir?
Bien dicen que hay que ignorar lo más posible las estadísticas. Por mucho que sea otra cosa lo que te mueve, pueden resultar demasiado deprimentes. Más que nada porque, a pesar de que son odiosas, todos hacemos comparaciones. Y siempre elegimos a los mejores para compararnos, sobre todo porque tenemos un ego (oculto o no) que arrasaría montañas si cayese.
Por mi parte, este blog, en el que escribo de higos a brevas, ya ha superado las 1.000 visitas. Y todas por cortesía de Google y el azar.
¿Mérito? Ninguno. "Hermano Google", te lo agradezco. Pero no es que sirva de mucho.
Sí, sí. Espero escribir más a menudo. Más que nada de interioridades de "Autodidacta" (y si no pongo enlace es porque luego aparezco yo mismo enlazandome en feedburner y resulta más deprimente que llamar a tu contestador para que al llegar a casa tengas mensajes).
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