A medida que pasan los años, no sé... como que los cumpleaños no me importan tanto. Claro, siempre es un momento de alegría cuando te felicitan (supongo que una felicitación en esa fecha es por haber seguido vivo un año más, vamos digo yo). Este año lo hicieron algunos compañeros y alumnos (mis tutoriados me regalaron una tarjetita casera con el dibujo de un pinguino... Creo que les ha llegado tanto hablar de software libre). Pero no es de mi cumpleaños del que quiero hablar, sino del de mi hermano.
Mi hermano no lo es porque vengamos del mismo útero, sino porque compartimos el mismo espacio de pensamiento, una serie de experiencias en común y muchísimo amor. El caso es que el me escribió por mi cumpleaños (no estamos en contacto tanto como nos gustaría) un tanto melancólico y, ocho días después, le escribí yo en un tono un tanto diferente. Y no tanto por tratar de animarle, sino por volcar mis sentimientos en un papel virtual y dárselo com único regalo que puedo hacer estando tan lejos.
¿Y saben una cosa? Le hizo feliz. Le gustó y me ha pedido uno así para todos los años. Veremos si puedo cumplirlo. Pero, por de pronto, me alegró el día y me ayudó a comenzarlo con mejor pie. No hay nada como hacer feliz a la gente, y más a los que más quieres.
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