Toda participación en el NaNoWriMo es, ante todo, un aprendizaje. Ya en mi primera incursión en este noviembre de locura escritora extraje unas cuantas enseñanzas. Transcurrida la primera semana de este año, ya he aprendido unas cuantas más (y constatado unas lecciones anteriores):
- Cumple tu número mínimo de palabras diario requerido: y digo “tú” porque, en este caso y por diversas razones, yo me he impuesto realizar un mínimo de 2.000 palabras diarias. El mínimo que recomiendan en el sitio oficial del NaNoWriMo es de 1.667. Como en los primeros tres días me dejé llevar bastante, acumulé un total de palabras superior a los que debía tener por entonces. Por eso, me “relajé” demasiado y, lo peor, me confié. Ahora mismo, cuando debería llevar una buena ventaja sobre mi total acumulado para cada día, simplemente estoy “bien”. Cuidado con el descuido.
- A la calidad se llega a través de la cantidad… y la edición: haciendo un cálculo a grosso modo del tiempo que me lleva escribir las 2.000 palabras diarias, he llegado a la conclusión de que es mejor escribir de corrido para luego revisar que ir haciendo revisión por el camino. Esto que parece una verdad simple, es más complicado de lo que parece aplicarlo. Hay entradas que, con muchas menos palabras, me han llevado casi el doble de tiempo que una jornada de NaNoWriMo. Y la calidad final se podría decir que era la misma (no mucha, limitadito que es uno).
- Trabaja por escenas (o secuencias, según se mire): y este es el “truco” que mejores resultados me está brindando. Si me apetece detenerme un momento (aunque para ir a por agua), no lo hago hasta que haya terminado de escribir la escena en la que me encuentro. Igualmente, si intuyo que he superado ya el mínimo de palabras para ese día pero no la he terminado, continúo hasta terminarla. La clave para realizar cualquier proyecto es dividirlo en partes, y esas partes en pasos… Ya sabes: “divide y vencerás”.
- No mires cuantas palabras llevas hasta que hayas terminado la escena: complementario del (o unido al) anterior. Cuando no sabes por donde debes seguir, cualquier distracción es buena para alejarse de la zozobra que nos aborda. Y mirar el número de palabras es una de las más perjudiciales. Es como cuando estamos en una actividad que nos gusta y estamos mirando constantemente el reloj: los mínutos se hacen más y más largos. En este caso, si miras constantemente cuantas palabras llevas, sólo conseguirás que lo que sería el equivalente a un tuit te haga sentir como si hubieras escrito la mitad de la Biblia. Si te autoimpones no contar hasta terminar la escena en la que estás la satisfacción será mayor y el alivio, verdadero.
- No escribas al final del día: tras esta semana dejando el NaNoWriMo para el final de la jornada, me he dado cuenta de lo perjudicial que resulta escribir con todo el cansancio del día encima. Cualquier idea, la piensas dos veces antes de pulsar las teclas que las materialice en letras. La mente está cansada y, encima, te distraes con más facilidad y cualquier idea que te venga se volatiliza casi al instante. Creo que es bueno colocar el NaNoWriMo entre las últimas actividades a desarrollar durante la jornada, pero allá por el puesto antepenúltimo o así. Procura que no sea lo último que hagas en el día: te costará mucho más trabajo.
Y esto es todo por ahora. A medida que vaya aprendiendo más cosas, las iré comunicando.
Por cierto, muy interesante el blog de donde he sacado la imagen: sirve para poner los pies en la tierra. Si no tienes un mínimo de autocrítica (y un mínimo bastante alto), no entres.
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