En cuanto alguien enarbola un dato de otro país para justificar una afirmación o una preocupación, inmediatamente la veo injustificada y no le paro bola. Hoy en día, los datos de estudios y encuestas varias son empleados de manera indiscriminada para sustentar cualquier opinión, así vengan de un lugar diferente al nuestro.
En el blog en el que aparece la columna de Rafael Reig en Público, leo la carta de una señora que utiliza datos de los jóvenes canadienses para alertar sobre los peligros de la tecnología entre los menores de edad. El temita ya se las trae (por manido y perdido entre las inopias varias), pero es que usar datos canadienses para argumentar cualquier cosa fuera de Canadá, no tiene sentido. Es como coger datos de un país del tercer mundo (o como se diga ahora) que muestren que la mayoría de la población no ha seguido estudios superiores y usarlos para alertar en España del abandono estudiantil.
No es la primera vez que leo algo similar. Y me preocupa más que lo haga alguien de la calle que un periodista o un político, pues al fin y al cabo a estos se les puede parar los pies a base de comentarios en blogs, artículos, cartas, etc. De hecho, no creo que ninguno de los dos se atreviera a hacer ese tipo de afirmaciones basándose en datos extranjeros. Pero hay mucha gente de a pie que sí lo hace, y eso sí es de temer. Que se repitan memes en los media tiene su importancia, pero quizá no tanta como aquellos que viajan de boca en boca. A los primeros se les puede desmentir e incluso argumentar que están “mediatizados” (valga la redundancia) por intereses propios. Pero los segundos tienen el poder de la credibilidad que le damos a los nodos más cercanos de nuestra red. Y si estos memes, como el del “peligro de la tecnología”, se apoyan en datos que no corresponden a nuestra realidad pero se utilizan para legitimarlos, estamos ante grave problema.
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