Lo que el famoso método GTD (Get the Things Done) propone básicamente es la anotación y jerarquización de las tareas pendientes de manera que nos resulte más fácil realizarlas sin tener que posponerlas. En mi lucha contra la procrastinación (de la que estoy muy bien, gracias por preguntar), probé diferentes programas (todos gratuitos) que ayudasen a plasmar en acciones lo que hasta el momento sólo eran intenciones. Nada. Lo único que me ha servido ha sido la clásica lista desordenada dentro del cuaderno que utilizo para los asuntos del colegio. A pesar de disponer de una Palm Z22, apuntar ciertas cosas en un soporte físico me sigue siendo más útil. Cosa de costumbre que nunca termino de cambiar.
Esto de las listas puede ser tan útil como agobiante. Si un día te pones a apuntar todo lo que tienes que hacer junto con todo lo que te gustaría hacer, es posible que termines con una lista tan larga que hagas todo lo posible por deshacerte de ella por medio de la táctica del olvido selectivo, y a veces incluso inconsciente. Pero veámosle el lado amable y productivo. Las listas son útiles porque con ellas tendrás más posibilidades de hacerlo todo sin que se te olvide nada.
Actualmente, tengo varios proyectos personales en la red a los que me gustaría mantener con vida. Sin embargo, veo que algunos están languideciendo mientras que otros prosperan (viéndolo todo desde el punto de vista personal de creación de material, que no de visitas). Otras ideas andan por detrás del telón, pero trato que se queden ahí hasta otros tiempos menos desordenados y más oportunos. El caso es que, de un tiempo a esta parte, estoy con la intención de encontrar algún método para revitalizar algunos de esos proyectos y que me resulte útil a mí, encontrándome también cómodo en él. Y se me ha ocurrido uno que espero funcione. No le voy a bautizar porque seguro que ya está inventado, aunque no lo conozca.
Se trata de hacer una lista de verificación (una “checklist”) con todos mis proyectos. En uno de sus lados, el nombre del proyecto y, en la parte superior, la fecha de cada día de la semana. Y el objetivo es que todos los días, todos los proyectos tengan una marca. Es decir, que todos los días haga algo relacionado con ellos.
Hay proyectos y proyectos, y cosas y cosas. El podcast, por ejemplo, no requiere que grabe algo todos los días, pero una de las actividades podría ser seleccionar alguna música para futuros episodios, o escribir el guión de una de las secciones (si estoy de humor). Autodidacta va a descansar un poquito, por lo menos hasta que recopile las nuevas páginas con algunos añadidos y lo suba, pero puedo ir haciendo pequeñas cosas referentes a esta recopilación. The Max aparece lunes, miércoles y viernes, pero si tengo adelantadas algunas entradas, puedo preparar otra promo de audio, algún dibujo para subirlo o simplemente detalles de mantenimiento (que ocupan su tiempo, la verdad, y a veces son muy engorrosos). Y así con todos mis proyectos y labores, que no tengo que descuidar algunas ideas que preparo para el colegio y de las que hablaré en su momento.
Habrá días en los que tendré urgencias y otros más tranquilos en los que no haré mucho, pero tal vez con este método consiga que todo avance de manera más o menos similar. Y, al mismo tiempo, a lo mejor me encuentro cómodo, sin tener la sensación de que hay muchas cosas por hacer o de que estoy descuidando otras, que al fin y al cabo es lo más importante.
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