Está muy de moda la palabra “conspiranoica”, fusión ingeniosa de “conspiración” y “paranoica”. ¿Cuánto tardará esta palabra en confundirse con aquella primera que le da origen? ¿Cuánto tardaremos en ver la palabra sin comillas o sin cursiva en los titulares de los periódicos? ¿Cuándo el DRAE le quitará la fecha de caducidad y la introducirá en su nueva edición? El juego de palabras empieza ya a perder fuerza a fuerza de repetirse, pero tiene toda la pinta de esos palabros que se enquistan con demasiada facilidad entre aquellos de verbo tan fácil como voluble. Generalmente, periodistos, que a fuerza de desgastar ingeniosos juegos malabares y de agradar a toda la audiencia con la asépsia de lo políticamente correcto, se empeñan en desbaratar nuestra maravillosa lengua con la sutileza de un tornado.
En realidad, aún no me cansa la palabra, y hasta me parece muy descriptiva. Pero ya le auguro un porvenir fatigoso que le dejará el mandil manchado de tinta y bytes hasta que sea imposible pensar que un día su color original fue el blanco.
No pensaba liarme tanto en esto, sino hablar precisamente de lo que hay tras la palabra, de la teoría de la conspiración. Pero ya me enredé, así que lo dejo aquí,
Ojo con la palabreja, que ya verán como pronto abundará (si es que ya no lo hace) como las flores en primavera. Y ya se sabe que en primavera abundan las flores, pero también las alergias.
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