La cuestión simbólica del manifiesto reside en que la sociedad, confundida y comprendiendo o no (se mueve entre el gratis y el robo), dividida en sus opiniones y ambiciones, acumula una masa crítica de personas que creen o creemos que aquí se legisla siempre en función de los necesidades y a medida del gran conglomerado industrial y de intereses de las entidades de gestión de España y, desde luego, de las de allende los mares, allá donde está ese ángel negro de la salvación mundial y que, en la lista de problemas de su gobierno de cara al exterior, la salvaguarda de la propiedad intelectual del software, cine, televisión y música que genera su país o cuyos derechos controla su país a través de las filiales respectivas, figura en los primeros puestos.
Sacado de un excelente post de Gonzalo Martín y que me parece entre los más sólidos y equilibrados que se han publicado acerca del manifiesto y de aquello que lo ocasionó. Y me parece tal porque hace algo muy simple: plantea más preguntas que respuestas.
Además, a lo largo de su (largo) post, se entrevé también un certero análisis de la situación de la cultura, la comunicación y el entretenimiento (¿y yo por qué me siento cada vez más cercano al último que a la primera?). De verdad, para no perdérselo.
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