Creo que no es necesario recalcar el poder que tienen las palabras: tremendo. Una palabra equivocada a destiempo y podemos perder nuestro trabajo o hasta nuestro amor...
Cuando se trabaja con palabras (hablo ahora como profesor), se aprende a valorarlas adecuadamente. En mi caso, trato siempre de usar la más indicada para cada ocasión, aunque hay muestras patentes de que no siempre lo logro (como todo el mundo) y me he dado cuenta de que el mejor lenguaje es aquel que es simple, llano y llama a las cosas por su nombre, por el nombre más ajustado a la realidad o a esa realidad que se desea reflejar.
No me gustan Odio los discursos vacíos de contenidos pero llenos de palabras tan ambiguas y subjetivas como sonoras y rimbombantes. Este tipo de discurso, que apela completamente a la emoción y no al razonamiento, puede ser válido según que momentos. El problema aparece cuando se utiliza por sistema en todo momento. ¿Que hablas de implementación de proyectos? Pues a llenar todo de palabras. ¿Que hablas de metodologías en el aula y de evaluación? Pues más palabras todavía. ¿Que hablas de como enchufar una batidora? Más palabras aún.
Ando mosqueado porque vengo de una reunión en la que se ha dado este fenómeno en algunos de mis compañeros: usar palabras "grandes" pero vacías, fuera completamente de contexto de lo poco ajustado a la realidad que están. Pero el asunto no se queda ahí, porque se ha tratado de implementar un proceso completamente irreal y poco práctico que, como está basado en premisas erroneas sin fundamento, carece completamente de utilidad. Vamos, el equivalente a construir un barco con ruedas basándose en la premisa de que el mar es sólido.
Dado que me consta que algunos de vosotros estáis (o habéis estado) involucrados en los procesos internos de diferentes empresas, seguro que os habéis topado en más de una ocasión con un caso como éste. Y seguro que habéis terminado por resignaros, ya que resultaba imposible conseguir que los demás empleasen un lenguaje que "pisara en el suelo". Yo aún no me he resignado, pero seguro que lo haré: el costo del enfrentamiento es demasiado alto en relación al resultado obtenido. Pero hasta que me entre en esta cabezota dura que tengo, creo que seguiré dándome contra la pared.
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