Esta tarde pasé frente a una librería que frecuenté en su tiempo. Dado que llegaba temprano a mi destino (que ya estaba cerca), decidí entrar un rato para hacer tiempo. Todavía conservan una sección de ofertas con libros de dudosa calidad que no pasan de los 6 dólares, y entre los cuales de vez en cuando se encuentra una joyita o, por lo menos, algo con lo que pasar el tiempo sin sentirlo malgastado.
Terminé por no comprar nada, aunque había un libro de Rafael Reig que me arrepentiré de no haber comprado, seguro (¿ya veis de que sirve tener un blog, aunque sea reproducción de lo que escribes para un periódico?). Pero algo me llamó la atención: un libro sobre juegos en Internet, uno de tantos que aparecen de vez en cuando y que terminan en los saldos de las librerías. Y nunca saldrán de ahí, porque la información que contienen es, en su gran mayoría, caducada. Me pregunto quienes son las lumbreras que los idean, porque no hay que pasar mucho tiempo en la red de redes para darse cuenta de que ésta es cambiante, y que lo que hoy está ahí, mañana puede no estarlo. Plasmarlo en papel es un ejercicio fatuo, cuyo esfuerzo podría haberse dedicado a empresas de mayor utilidad.
Si ya un libro sobre Internet (en general) puede adolecer de una caducidad insospechada, que decir de estas supuestas guías: no han terminado de imprimirse cuando ya están obsoletas. Su destino, desde su misma concepción, es el saldo, la rebaja, el rincón más oscuro de la librería.
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