¿Sabéis ese dicho de “Con paciencia y saliva, se la metió el elefante a la hormiga”? Pues eso es lo que nos va a pasar a todos con las restricciones del copyright (entre otras muchas cosas). Y nosotros somos la hormiga, por supuesto.
De una forma o de otra, lo van a conseguir. Y, en algunos casos, me apostaría la cabeza que incluso se conseguirá, de alguna manera, que sea compatible con la “remuneración por copia privada”.
Maquilladas de seguridad, nos van a meter una tras otra enmienda y cambios y medidas y ponle el nombre que quieras, pero todo se reduce a ponernos unas esposas en las muñecas y vaciarnos los bolsillos. Respecto a las esposas, poco podemos hacer. Pero, ojo, respecto a los bolsillos… Eso es otro asunto.
Si las reglas del juego no se adaptan a lo que ellos, entes abstractos con pocas caras visibles (no sea que alguien por ahí se las partan), quieren, simplemente se cambian las reglas. No nos engañemos (¡no nos engañen!): esto no tiene nada que ver con la seguridad. Tiene que ver con el dinero, la pasta, el parné, la plata, la lana…
Hasta ahora, sólo había una oferta: la suya. Si o sí, teníamos que pasar por el aro. Si los CD tenían unos precios exagerados que no se correspondían con una realidad fácilmente apreciable a simple vista, a tragar. Si los libros estaban exageradamente caros y artificialmente engordados (aumento del tipo de letra e interlineado para que tengan más páginas, por ejemplo, por no hablar de la calidad y de la oferta exagerada), a tragar. Pero entonces, apareció la red y, oh, entre otras cosas, nos permitió conocer con facilidad la verdadera calidad de un producto y decidir NO comprarlo.
A pesar de los diferentes matices, el conflicto se reduce a una serie de empresas (muy poderosas, eso sí) acomodadas en su poltrona y que nunca han pensando en los valores que ahora tratan de izar como bandera. Quizás, en algún momento de su historia estuvieron realmente preocupadas de la cultura; en los últimos tiempos, no es así. De serlo, el precio de los productos culturales hubiera bajado, la rotación de libros en los escaparates no sería tan alta y la producción nacional estaría más incentivada que las traducciones.
Estas empresas que tíenen en su mano la posibilidad de cambiar para situarnos todos en una posición de win/win, se empeñan en tratar de mantener el ya perdido status quo de win/loose. No ven más allá de sus narices y en su inconsciencia incentivan leyes que puedan ser usadas en otro momento con propósitos más macabros. Por ejemplo, una ley que permita espiar las comunicaciones para detectar violaciones al copyright podría ser luego empleada como excusa para realizar espionajes con otros objetivos mucho más peligrosos.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar