Como dije en una entrada anterior, esta semana la voy a dedicar a construir la “campaña de publicidad” del webserial “The Max”. También voy a dedicarme a retomarlo, obviamente, pues no se trata de algo finalizado, sino que las diferentes circunstancias, que también he ido mencionando oportunamente, me han llevado a dejarlo de lado por un par de semanas.
El objetivo de la “campaña” es, claro está, conseguir más lectores. El problema es que, seguramente, las visitas recibidas no se van a traducir todas en lectores habituales. De hecho, creo que han de ser muy pocos los que obtenga, ya que creo que en relación con el número de lectores habituales de blogs, aquellos que están interesados en leer ficción en línea son muy pocos. De estos, menos han de ser los que estén dispuestos a leer mi historia (por el género, por ser yo un desconocido y por la calidad de mi narrativa).
Y aquí entra el objetivo real de la campaña (¡tachán!). No le tengo mucha fe a la ficción en los blogs, al menos no en la manera en que la estoy haciendo, pero estoy muy interesado en saber de primera mano el porqué de su hipotética (nunca se sabe) falta de éxito. En resumen: voy a fracasar y quiero saber por qué. Esto es un experimento hecho en casa y con gaseosa.
Los resultados que voy a obtener no se podrán calificar en ningún momento de científicos. Para que se aproximasen a la realidad “objetiva”, esto lo tendría que hacer un autor de éxito, con un montón de datos a su alcance, con estudios de opinión y encuestas más o menos fiables. Pero esto es todo lo que tengo a mano y a lo que puedo dedicar una parte razonable de esfuerzo que no me signifique un sacrificio desmesurado.
Veamos los “peros” del webserial y por qué no va a funcionar:
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Autor desconocido: Internet sufre de “presunción de mediocridad” en materia literaria, y no es para menos contando con lo que se puede leer en muchos rincones de la red. Yo soy un don nadie (por ahora, Pinky, porque algún día...), y a lo más que puedo aspirar es a que se escaneen rápidamente con la vista mis textos.
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Género narrativo: mi objetivo en un principio es hacer algo de acción, pero nunca se sabe en que terminará la cosa. Los seguidores de este género prefieren para ello lo audiovisual, y la oferta es enorme.
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Textos largos: es un pecado que estoy cometiendo a conciencia e irremediablemente. Trato de limitar la verborrea, pero hay cosas que no se pueden eliminar a riesgo de que la historia quede coja. Mejor que yo, lo expresó Rafael Marín en el post llamado “Gajes del oficio”: “El lector puede y debe saltarse todos los párrafos aburridos y los momentos de transición que no le emocionen: es su derecho. El escritor y el traductor no pueden hacerlo: es su obligación”. Esto juega en contra de un webserial. El lector online está más acostumbrado a textos cortos, y con razón. Los textos largos los deja para otros momentos, a veces ad calendas grecas.
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Predominio de la información y la opinión: en esos dos géneros están enfocados los blogs. La ficción resulta ser un género con un seguimiento minoritario, por lo que cuando se lo encuentra, el lector promedio pasa de ella.
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Serialización: una historia contada en partes no goza hoy de mucha aceptación. Lo que para una lectura ocasional resulta muy largo, para una historia con continuidad es demasiado corto. Imaginemos un CSI cuyos capítulos durasen los quince minutos que se cuentan entre corte y corte publicitario. ¿Funcionaría? Pues eso.
Creo que hay unos cuantos más, pero ahora no voy a tocarlos. Para mí, estos son los principales, y algunos son más principales que otros (y de más profundidad, especialmente lo de los textos largos). Sin embargo, a pesar de ellos, quiero saber que ocurre con mis propios ojos. El resultado final siempre será satisfactorio: tendré una obra completa, y eso es ya bastante.
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