El Google humano deja caer una reflexión sobre la reflexión, y de entre todo lo que dice, resalto: "Más daño ha hecho un avance tecnológico menos reconocido pero igualmente revolucionario: cortar y pegar. Internet, seleccionar, cortar y pegar sí ha eliminado el esfuerzo".
Efectivamente, la función de cortar y pegar ha sido verdaderamente revolucionaria. Hasta ha inaugurado un nuevo verbo: copiarypegar o copypastear (así, a lo bárbaro). Por cierto, esto me lleva a una pequeña digresión lingüística: <digresión>¿Vamos a terminar acabando también con el verbo copiar? Sobre todo en los blogs, empleamos "copiar" casi siempre seguido de "pegar". Esto es cuestión de una mala costumbre culpa de la tecnología: normalmente, "copiar" es una sola acción, pero en los programas no tienen más remedio que dividir esa sola acción en dos. En el mundo físico, lo que hacemos es cortar y pegar, quitar algo de un sitio y ponerlo en otro. Cuando duplicamos, tan sólo pegamos. Otra nota para mi libro de estilo personal: adiós "copioypego" en favor de "copio"</digresión>.
Si en los tiempos anteriores a Internet, la copia dentro de los trabajos escolares era algo limitado por todo el esfuerzo que conllevaba (aunque existía, claro que sí), ahora pulula cual gripe en un eterno invierno. ¿Entonces Internet será la causade que los púberes y adolescentes de hoy no puedan escribir mañana dos párrafos medianamente coherentes? A cuantos les gustaría que un "Sí" fuese la respuesta. Pero no, no es así.
Internet es la gran lupa que magnifica nuestro comportamiento. Agranda nuestras miserias y nuestras virtudes. O quizá la palabra idónea sea "visibiliza". En cualquier caso, casi nunca muestra algo que no haya estado ahí con anterioridad. No tengo nada contra la copia como duplicación, todo lo contrario. Pero sí lo tengo contra la copia como apropiación del trabajo ajeno: tomar algo que fue hecho por otro y decir que tú lo hiciste. No es anti-ético, es inmoral. Eso sí es robo.
Cuando en un colegio se deja pagar un acto de copia, que muchas veces se puede detectar simplemente por la diferencia de estilo entre el texto copiado y la redacción del alumno, estamos incitando no solamente a la realización de un acto inmoral, sino algo peor: al facilismo. El hecho de que se produzcan esas copias generalizadas, incluso en la universidad, es una muestra de que hemos fallado en algo como sociedad. Y recalco lo de sociedad: la culpa de todo, si acaso, la tiene Yoko Ono, pero no los profesores.
Ahora que muchas asociaciones y otros tipos de organizaciones se llenan la boca hablando de los derechos de autor, entendiéndolos de la manera que mejor les conviene, nos olvidamos de que esos derechos no sólo son económicos, sino morales. La copia como apropiación se llama "plagio", una palabra muy fea, con connotaciones delictivas(por estos pagos también significa "rapto").
Si alguien copia y se acredita la autoría de algo que no es suyo, está plagiando. Punto. Si un alumno en un trabajo, un compañero en un informe, un amigo en un blog, plagia y nos dice que "lo he copiado de", detengámosle y digámosle que no lo ha copiado, lo ha plagiado. No demos el beneplácito a una acción que es reprobable. Cierto es que en la mayoría de los casos no hay que llegar a tomar medidas severas, pero tal vez con llamar a las cosas por su nombre consigamos cambiar de mentalidad a una persona que luego, a su vez, hará lo mismo con otra y así.
¿Castigos, sanciones? Sin duda deberán tomarse, según el caso. Pero soy más partidario de la información y la formación que de la sanción. Enseñemos (y divulguemos) qué es la cita y cuales son los beneficios de la reformulación de pensamientos ajenos: la interiorización y, por lo tanto, el conocimiento. La información la tenemos al alcance de la mano. El conocimiento, no: lo construimos nosotros mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario