Dentro de unas horas, de nuevo al tajo. Tengo el horario un poco cambiado, por lo que estimo que tan sólo dormiré unas pocas horas (por ahora, seguro que menos de cuatro).
Creo que es la primera vez, desde que trabajo como profesor, que entramos al colegio con tan poca antelación a las clases: apenas una semana. En este tiempo, habrá que ponerse al día con la "burocracia", conocer nuevos compañeros y ajustar de nuevo el horario después de tan largo periodo estival. A pesar de todo, he de reconocer que encaro el año con ganas: tengo nuevos materiales y nuevas ideas, con un poco de apuro por ponerlas en práctica.
Sin embargo, quiero aprovechar para hacer una corta reflexión personal: ¿por qué narices existe esa separación entre el año "lectivo" y el año "real"? El año termina en diciembre, pero para muchos (y no sólo estudiantes y profesores, ojo) en realidad termina cuando comienzan sus vacaciones y empieza cuando terminan estas. En esta parte occidental del mundo (lo cual también es relativo) las series de tv empiezan sus temporadas en septiembre, muchos nuevos proyectos en muchas empresas empiezan en septiembre, toda la gente se pone en marcha en septiembre. Todo esto resulta lógico: las vacaciones es el momento para recuperar energía y cargar las pilas. Una vez cargadas, afrontamos todo mejor. Entonces, Dios sabe por qué (o quizá sí lo sabe, pues es por él), dividimos nuestra vida en unos periodos de tiempo que no abarcan nuestros periodos reales de actividad. Porque ¿quién carga las pilas en Navidad, por favor?
Los propósitos que usualmente se hacen el día de año viejo, yo me los hago días antes de volver al trabajo después de las vacaciones. Me parece un poco más coherente.
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