Hoy, Antonio Cambronero pone una cita en su blog extraída de El País:
Un libro no es sólo el fruto del trabajo de su autor. Más allá del texto, trabajan un editor, un diseñador, un corrector de pruebas, un impresor, un distribuidor, un agente, un equipo de promoción, otro de marketing, las secciones de Libros de los medios de comunicación, y al final, un librero. Si desaparecen los libros, y permanecen sólo los archivos de texto que los originan, desaparecerán todos estos sectores.
Bueno, sí, claro. Ya estamos con los tremendismos. El coco de la tecnología.
En su refutación, Antonio dice:
El asunto es que, con la tecnología, se desmonta una industria artificial e innecesaria.
Y el caso es que no estoy del todo de acuerdo. Y me explico con algo que ya he dicho por aquí, pero ahora un poco más detalladamente.
Desglosemos lo dicho en la primera cita. En el proceso que lleva un libro hasta las manos del lector, dejando a un lado al escritor, intervienen:
- Un editor: el filtro que selecciona el texto en el que se van a invertir los recursos de la editorial; es decir, el resto de eslabones que vienen a continuación en la cadena. También incluyen sugerencias de modificaciones a la obra, ayuda en la elección del título, etc. Vamos, aquellos cambios que pueden hacer mejorar la obra o hacerla más “vendible” (supongo que depende del editor).
- Un diseñador: elabora la portada y el interior del libro. Elige fotos, tipografía, tamaño de letra y cosas así de acuerdo al formato para que el libro se vea más atractivo.
- Un corrector de pruebas: corrige los deslices ortográficos e, imagino, que alguno que otro sintáctico que sea muy garrafal y vaya más allá del estilo del autor. Dadas algunas obras, parecerían que son seres míticos, pero quiero creer que existen.
- Un impresor: convierte un montón de hojas (ahora digitales) en el libro propiamente dicho, replicando ejemplares de acuerdo a las expectativas / necesidades de la editorial.
- Un agente: supongo que hubiera debido ir más arriba en la lista, pero, si no me equivoco, es el que se encarga de contactar y negociar con el editor a nombre de su representado. Imagino que se ha de encargar también de buscarle otras vías alternativas de ganar dinerito (con lo que también gana él).
- Un equipo de promoción / marketing: en uso atrevido de mi ignorancia, los arrejunto que me parece que se sienten muy solitos por separado. Su objetivo es, al fin y al cabo, el mismo: desarrollar estrategias de una manera u otra para convencer al lector de que debe leer ese libro. Bueno, por lo menos comprarlo.
- Un equipo de distribución: este no está incluido en la cita, pero lo incluyo porque muchas veces aparece en listados similares. Son los encargados de llevar los libros de las imprentas a las librerías.
- Las secciones de libros de los medios de comunicación: sus funciones básicamente son notificar las novedades, reseñarlas y hacer críticas de las obras, junto con otras cosas como entrevistas a los autores, reportajes, etc.
- El librero: el señor que está detrás del mostrador. Se asume que se ha leído todos los libros que le rodean y que nos podrá recomendar una lectura de acuerdo a nuestras necesidades.
Según la autora de la cita anterior, todo eso se desvanecerá por culpa de la tecnología. No, de toda la tecnología no. Por culpa del coco: Internet.
Y antes de que gritemos a coro: “Ah, se siente”, prefiero decir: “Pues va a ser que no”. Oh, claro que no van a perdurar todos, pero las editoriales, el eslabón principal y que aglutina a otros eslabones, sí lo va a hacer. Es que no veo la razón por la que no vaya a perdurar.
La diferencia principal entre el entorno analógico y el digital, por decirlo de alguna forma, es que antes yo, como autor, para hacer todo lo que se hacía con esos eslabones, necesitaba de una gran cantidad de dinero. Ahora, supuestamente ya no es necesario, pues gran parte de los eslabones los puedo suplir yo.
- Hago de editor: selecciono cual de mis obras doy a conocer al público. Que me importa si es o no comercial: es mi obra.
- Hago de diseñador: busco una foto CC que permita su uso comercial y me hago una portadita con el GIMP y el Inkscape que queda medio decente (de acuerdo a mi gusto). En cuanto al interior, pues nada, una Times New Roman 12 (ah, no, Arial, que se va a leer en pantalla) y… vale, interlineado doble.
- Hago de corrector de pruebas: me releo el libro, fijándome en los subrayados en rojo para corregirlos.
- Me busco una distribuidora: como Bubok. O me armo mi web en un sitio gratuito que me de espacio para colocar mi libro.
- Hago marketing: tiro de Facebook y Twitter, comento en blogs y hago algún que otro podcast sobre mi libro.
Fabuloso, ¿no?
Bueno, sí, en parte. Al fin y al cabo, es lo que hago yo con mis comics y con mi librito y es lo que haré con algunos más.
¿El producto final es decente? Puede ser. En realidad, todo depende del empeño que ponga el autor en cada uno de los pasos.
Pero…
- NUNCA (perdón por el grito) antes de Internet pude hacer algo así, alcanzando a público de ambos lados del Atlántico y por algunos países más desperdigados según me dice Analytics, el amigo de los blogueros. Ni podría haberlo hecho con la misma inversión que lo hice:
- Tiempo. Salvo la conexión a Internet, que es en lo único en que he puesto dinero, el resto de mi inversión ha sido de tiempo, el activo con el que más cuento.
Hasta aquí, imagino que todos de acuerdo. Internet y el avance tecnológico le está dando a muchas personas la oportunidad de hacer llegar su obra de una manera que antes era completamente imposible y que quedaba muy lejos.
¿Y eso va a hacer que se desvanezcan las editoriales? De eso nada, monada. Lo que pasa es que ahora hay más actores en la obra y el escenario parece que no ha aumentado, pero es sólo porque los focos apuntan sólo al centro del escenario. Como se vaya para los lados…
Me estoy extendiendo demasiado y yo soy de los que, por otros lares, predico que los posts deben ser cortos y al grano. Pero en este blog hago lo que me da la gana, así que, si has llegado hasta aquí, muchas gracias. Ya queda poco.
¿He obtenido beneficios económicos por mis obras? Sí. ¿Directos? No (con una pequeña excepción periódica de la cual tengo que agradecer al Sr. Fabián Auz). Pero aún así, son beneficios que, seguro, no hubiese podido obtener antes. Porque antes, mi obra no hubiera visto la luz muy posiblemente (en este caso, me refiero a los comics).
Ahora, si cualquier autor puede hacer lo mismo que yo (y conste que no soy el único que lo hace), ¿eso significa que las editoriales dejarán de ser necesarias cuando el libro electrónico sea ubicuo? Para nada, monada. Los que dejarán de ser necesarios son algunos eslabones de las cadenas.
Y es que es simple: la inversión que yo hago en tiempo es una inversión que no se puede recuperar. Cada minuto que pierdo en promocionar mi obra por las redes sociales (algo que debe hacerse con tacti y táctica, cuya elaboración demanda más tiempo aún), es un minuto en el que no he estado creando (sea lo que sea que cree).
¿Un autor que aspira a vivir de sus obras no estaría dispuesto a dejar que una editorial se ocupara de manejar todos esos asuntos que impiden que esté creando? Yo creo que sí. Tras la poda efectuada por la tecnología, veamos cual podría ser el panorama qué nos quedaría:
- Un editor: a continuar con su papel de filtro y asesoramiento creativo para asegurarse de que los recursos de la editorial son bien empleados (o empleados con beneficios, claro).
- Un diseñador: a seguir haciendo lo mismo, pero ahora pensando en el formato digital. También tendría más trabajo con los sitios de difusión.
- Un corrector de pruebas: los correctores no son prescindibles. Así están muchos media que han creído que lo son.
- Un agente: si hay editores, alguien ha de contactar y negociar con ellos.
- Un equipo de promoción / marketing: con tantos actores en el escenario, alguien se ha de ocupar de que el vestuario resalte a nuestro actor.
- Las secciones de libros de los medios de comunicación: libros no les faltará que reseñar, desde luego.
De 9 elementos, nos hemos quedado en 6. Pero la industria editorial no se ha desvanecido en la nada.
Ah, pero es que si los libros son gratis, no se podrá “escribir con tranquilidad”, porque los autores no tendrán asegurado el sustento.
Los autores no podrán “comer” de sus libros.
Ah, claro. Que todo esto va de la “piratería”.
Todo esto no va de la realidad, va de los miedos de la industria y de su inmovilismo. Ah, vale. Perdón. Me he equivocado.
Pero después de tanto escribir, no se me va a quedar todo en el disco duro…
Se desmonta la industria parcialmente, claro. Totalmente de acuerdo contigo.
ResponderEliminarAcerca de por qué escribimos blogs, he escrito el siguiente post que creo que puede ser de vuestro interés:
ResponderEliminarhttp://observadorsubjetivo.blogspot.com/2010/06/alguien-sabe-por-que-escribimos-blogs.html