Escribir todos los días aligera los dedos y despierta la mente. Y a esto, un blog contribuye muchísimo. Pensar que lo que tú escribas estará disponible para que cualquiera pueda leerlo es una motivación fenomenal. No importa que tu audiencia sea baja: potencialmente, podría ser de millones. La clave está ahí, en el adverbio. Potencialmente.
Concéntrate en él. Toma consciencia de toda su fuerza, de todo su poder. Potencialmente. Potencial, algo que tiene en sí mismo la posibilidad de ser y cumplir sus expectativas.
Nadie te conoce. Nadie te visita. Tus estadísticas son más bajas que el número de habitantes por metro cuadrado de la Luna. Entonces, ¿para qué escribir? Simple: lo que escribas podrá ser leído potencialmente por los millones de hablantes de tu idioma, que son tus compatriotas sin importar su nacionalidad.
Es eso o no escribir. Es eso o que se anquilosen los dedos y se te endurezca la mente. Y claro, seguir diciendo que tienes muchas ideas, muchos personajes saltando y bailando en tu cabeza, muchas historias pugnando entre ellas por su derecho a salir. También entonces tienes potencial, pero de una potencia más baja, como el de una de aquellas viejas pilas que, de no ser usadas, terminaban sulfatándose, cosa que nunca he sabido exactamente que es pero que lo asocio con esas pilas que parecían haberse revolcado en propio vómito después de no haber sido usadas durante largo tiempo.
Yo me quedo con el potencial de ser leído en lugar de conformarme con tener el potencial de escribir. Si no pasas de un potencial a otro, terminarás sulfatándote.
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