En el fondo, todos somos conscientes de lo malo que es el mundo, de lo cruel que es la vida, de lo injusto que es el destino. Pero por una mera cuestión de supervivencia, hacemos como si no fuese así. En alguna parte, recientemente leí que el "realista" tiene más información que el "optimista", pero que se ve imposibilitado de usarla debido al bajón de ánimo que ésta le produce. Por lo tanto, en nuestra visión del mundo influye tanto lo que seleccionamos como lo que desechamos, y a veces tiene más importancia lo último que lo primero.
Vemos películas y leemos libros con la intención de encontrarle sentido al caos y la arbitrariedad que en apariencia nos rodea. Sin embargo, paradójicamente, nos sentimos atraídos por el amarillismo y la crónica roja porque nos confirma nuestros temores más profundos. Y a todos nos gusta que nos den la razón.
Creo que la negatividad es un mecanismo de supervivencia. Un amigo me decía en una ocasión que él siempre pensaba lo peor ya que, si así se daban las cosas, ya estaba preparado; y si no se daban así, pues recibía una alegría. Esto, en realidad, es falso. Nunca estamos preparados ante lo peor de cualquier situación, porque rara vez pensamos en las acciones que vamos a llevar a cabo en ese caso. Simplemente, nos paralizamos ante esa posibilidad o nos quedamos inmóviles en el momento en que se materializa. A lo máximo que llegamos es a un "Ya lo sabía" o un "Ya te lo dije" enervante, pues no pasa de allí. Pero, a pesar de lo molesto que resulta, no deja de ser un tibio consuelo ya que, ante un "ya lo sabía", el error ha sido nuestro, que no aún a sabiendas, no hemos hecho nada al respecto; y ante un "ya te lo dije", al menos alguien había sabido interpretar las señales que presagiaban el final. De una manera u otra, nos salimos con la nuestra: el mundo tenía un significado, un orden, pero no hemos podido interpretarlo.
"Ponernos en lo peor" nos ayuda, en cierta medida, a sobrevivir. Las "malas noticias" que nos brindan los media nos confirman nuestros miedos, y por eso tienen tanto éxito. Sin embargo, entender el mundo desde la negatividad nos lleva al inmovilismo y a no aceptar riesgos, pues sabemos que estos serán inútiles y su resultado, catastrófico. Nos lleva a acomodarnos en nuestra posición, sea cual sea ésta, pues siempre será mejor que cualquiera de las otras posibles.
Pienso que, en realidad, el mundo no es malo, la vida no es cruel y el destino no es injusto. Se trata de adjetivos que nosotros les adjudicamos de acuerdo a nuestros intereses y maneras de ver el mundo. Los arbitrarios somos nosotros, que cuando nos ocurren cosas maravillosas como un éxito laboral o personal, nos olvidamos rápidamente de las desgracias. E igual hacemos al revés: una desgracia nos hace olvidar de todo lo maravilloso que existe.
Dada esa arbitrariedad, en nosotros está la posibilidad de elegir "el color del cristal con que se mira". A veces, presiones de diferente índole nos pueden llevar a que ese color sea oscuro. Por eso, yo trato de esquivar esas presiones, para que el color de mi cristal sea lo más claro posible, aunque sin llegar a deslumbrar.
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