A mucha gente nadie nos ha enseñado a gestionar nuestro tiempo. Ni siquiera hemos aprendido por nosotros mismos. Y todo porque no sabíamos que podíamos hacerlo.
Se acerca un futuro en el que todo va a ser bajo demanda: veremos los vídeos que queramos cuando lo queramos, oiremos los podcast cuando nos apetezca, mantendremos conversaciones distribuidas y asincronicas según nuestras necesidades... Pero, ¿realmente estamos preparados para manejarnos en un mundo así? ¿Está la mayoría de la gente preparada?
Desde pequeños, somos educados dentro de una serie de horarios más o menos estrictos: hora de levantarse, hora de dormir, horario de escuela, de colegio, de universidad, de trabajo... Condicionamos nuestra vida según la relación que se produce entre nuestras actividades y las actividades de terceros. Manejamos el ocio de acuerdo a los horarios que nos eran impuestos por una u otra razón. Incluso condicionamos el momento para realizar determinadas funciones básicas (desayunar, comer, cenar) a las horas de ciertos programas de televisión o ciertos espectáculos.
Estamos acostumbrados a que el tiempo que dedicamos al trabajo, al ocio e incluso a nuestra alimentación y descanso, venga condicionado desde fuera. Y, más importante que “cuanto”, es “cuando”: desayunos y almuerzo que coinciden con noticieros, actividades de fin de semana organizadas en función del fútbol o de esta o aquella película que dan en la televisión o en el cine...
Estamos acostumbrados a eso. Esa es nuestra realidad, no vemos nada malo en ello. Y, seguramente, nada malo haya. Pero lo cierto es que esta distribución de las actividades en el tiempo supeditada a actividades ajenas parece reñirse un poco con lo que ya se aproxima, si es que no está aquí. ¿Y estamos preparados para ello? ¿Está la gente en general preparada para, en lugar de acomodar su tiempo a los contenidos, acomodar los contenidos a su tiempo?
En un principio, creo que no. Hay muchas similitudes con el trabajador freelance, que regula su horario de acuerdo a sus gustos y necesidades: cuando empieza, puede convertirse todo en un caos, pero por fuerza termina autoregulándose... fracasa. De igual manera, en estos primerizos tiempos del contenido bajo demanda, habrá gente que se pierda una cosa u otra normalmente porque la dejará a un lado para volver más tarde sobre ella. Primero será el frenesí: tanto por ver o escuchar y tan poco tiempo para hacerlo, que al final no veremos y escucharemos casi nada, o prestaremos atención a cosas que no lo merecen. Después, vendrá el proceso de selección y de organización: qué me bajo, cuando y por qué.
En casa, la hora de ver una serie es la de la comida. Ésta no se supedita a ninguna emisión concreta, sino a la queremos “realizar” nosotros, recurriendo al DVD para ello. Si voy en autobus, escucho ese podcast que me bajé ayer, y si hay tiempo alguno más que esté atrasado. Los contenidos están ahí, esperándonos, para que accedamos a ellos cuando queramos, no cuando nos digan. Debemos acostumbrarnos a ello.
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