Cuando uno pone un blog, lo que quiere es audiencia. Obviamente, eso no es lo único, pero sí una parte esencial. Porque si no, a cerrar al quiosco y a continuar masturbándose con el Writer (yo, lo siento, no uso Word, ¡oigh!). Además, hay que pensar que en muchas ocasiones se crea un blog tratando de imitar a otros blogueros, a los cuales se admira por su facilidad de verbo y su fecundidad postiva (¡Toma palabreja! ¡Y lo he hecho yo solito!). Esta elocuencia y esta fecundidad, añadidas ambas a la cantidad de comentarios que dejan sus asiduos (y numerosos) visitantes, lleva a pensar al principiante que todo el monte es orégano. Y entonces, pues eso, a por orégano al monte.
Primero, a Blogger, que para algo es bueno, bonito y barato. Tan barato que te regalan la cuenta junto con la de Gmail, y esa sí cuesta porque te tienen que invitar, que no es como el Hotmail o el Yahoo. Después, ala, tres pasitos de nada, elegir un nombrecito gracioso y original... (en este paso, la cosa puede ser de horas, ver las primeras entradas de este blog), elegir una plantilla mona y ya 'ta. Ahora, ¡a postear!
Pones tu primer post y te vas a la cama tan contento. Al día siguiente, vas a revisar los comentarios y... 0. Le miras de arriba a abajo y de abajo a arriba, pero sigue siendo un cero. Por si acaso, pruebas a ponerle a la derecha, pero el número es honrado: sin importar la tendencia política, sigue siendo un 0. Bueno, te dices, es el primer día. Quizá mañana. Y pones otro post.
Al día siguiente, te levantas como niño en mañana de reyes, abres tu blog, vas al indicador de comentarios de los dos posts y... 0. ¡Joder, dos suspensos en dos días! ¡Pues vaya media que te está saliendo!
Entonces, te acuerdas de algo que leíste por ahí: las estadísticas. Hay un montón de sitios que te permiten medir la gente que ha entrado a tu blog. Resuelto, buscas en Google, encuentras, te suscribes al servicio y metes el código html en la columna pequeña. Y ahí te das cuenta de que falta algo. ¡Claro, los enlaces a otros sitios! ¡Si seré egoísta! Todo el mundo lo sabe: la blogosfera se basa en la cooperación. Pues eso, a poner enlaces a los sitios que más te molan, que visitas casi siempre, y a otros que te suenan de algo pero que parecen muy conocidos. Con tu blog mejor pertrechado, pones el tercer post, y a dormir que se ha hecho tarde y mañana hay que madrugar... para ver cuantas visitas has recibido.
Mañana siguiente. Amanece sin una nube en el cielo. Las pájaros pían alegres celebrando con su canto a la vida, a la madre naturaleza y a tu blog. No tienes prisa. Quieres que entre alguna visita más antes de que veas las estadísticas. Pero cuando las revisas, compruebas anonadado que el marcador señala empate: 0 visitas, 0 comentarios.
Ya sólo queda una cosa por hacer: sacarle el aire a Google. Te dedicas a buscar todo tipo de consejos para aumentar las visitas a un blog, y en todos los idiomas que conoces, chapurreas o que admite un traductor en línea más o menos (in)decente. Sigues vínculos de vínculos, que a su vez te llevan a páginas con más vínculos, o con archivos pdf, o con presentaciones de Power Point. Lees en español y en inglés, y traduces del sueco, el ruso y el japones (y después, vuelves a traducir del español o de esa cosa que vomitan los traductores en línea). Lees, lees y lees hasta que las pestañas se te rizan por el calor del monitor.
Mientras te tumbas en el sofá con los ojos cerrados (no los abras, que se sale el colirio), llegas a una conclusión: es como todo. Sí, como todo. Una suma de esfuerzo, dedicación, empeño, mejora...
Te entra una pereza tremenda y te vas a dormir.
¡Ay! Se te olvidó escribir un nuevo post para tu blog.
No importa, mañana lo escribes.
Por suerte, siempre hay un mañana y en ese mañana siempre podrás escribir un nuevo post para tu blog.
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