Me rehuso ha deshacerme de cosas. Me cuesta mucho, especialmente cuando se trata de libretas, cuadernos y demás adminículos 1.0 similares (¡qué pedante, madre mía) en los que realicé en su momento anotaciones de todo tipo. En más de una ocasión, me he prometido a mí mismo ir poco a poco digitalizando sus contenidos para no perderlos, pero nunca se ha terminado de cumplir dicha promesa.
¿Y por qué no me deshago de todo ello? Simplemente porque considero que su contenido, en algún momento, me va a ser de utilidad. En ellos hay de todo: argumentos desfasados, ideas brillantes inaplicables, conceptos que sólo en su contexto (ya olvidado) tenían algún significado... Seguramente, un 90% de ese material es completamente inútil. El problema es diferenciarlo del 10% que sí puede tener utilidad. Ese problema, ese 10% indiferenciable, es lo que los salva de la quema (ya quisiera hacer algo tan romántico: a la jodía' basura es adonde irían).
Hace poco, buscando otras cosas, di con algunas de esas libretas que no hacen más que acumular polvo y otras substancias de las cuales prefiero no preguntarme. Y, revisándolas, de pronto di con ese 10%: anotaciones para una hipotética tira que nunca llegó a realizarse. ¡Vaya! Resulta que con unas pocas modificaciones, se pueden incorporar esas historias a "Todo está dicho". Así, como quien no quiere la cosa, ya tengo un nuevo personaje y nuevas historias. Toma ya.
La importancia de guardar todo tipo de tonterías que nos pasan por la cabeza nunca debe ser subestimada. Afortunadamente, la tecnología actual nos permite tener almacenadas esas ideas de una manera más ordenada, más fácil de localizar y ocupando mucho menos espacio (señales eléctricas en lugar de papel). No debemos desaprovechar ese recurso.
En resumen: anota. Todo. No hay nada peor que el poso de una idea que hemos olvidado.
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