Las
aplicaciones portátiles se han hecho muy populares en los últimos tiempos. Me refiero a esas que llaman algunos “portables”, tomando el original inglés como traducción al español. Por si alguien sigue perdido, me refiero a programas que no necesitan de instalación y que, por lo tanto, podemos llevar de un lado a otro en nuestra flash memory, ejecutándolos en el mismo momento que los necesitemos.
Personalmente, vuelvo a estas aplicaciones ante la coyuntura de esta pérdida de conexión en la que me encuentro. Por suerte, hace unos meses hice un saqueo de una web,
portableapps, de donde me bajé todos los programas que en ese entonces tenían disponibles.
Es cierto que existen versiones portátiles de muchos programas comerciales, pero aquejan un pelín de ilegalidad (al menos con las que yo me he topado). A las que me voy a referir aquí son una serie de opciones legales, que “casualmente” son todas
software libre.
Empecemos con el programa que no ha de faltar en ningún pendrive:
Firefox. Si este es tú navegador favorito, no hay razón por la que no puedas llevarlo contigo a todas partes. La versión portátil soporta todo lo que la versión “normal”: extensiones, temas y hasta actualizaciones. En su momento, comprobé con satisfacción con que no se producía ningún desperfecto al actualizarse la versión portátil de la misma forma que lo hace la instalada. Para mí resulta especialmente útil con la extensión de del.icio.us, que me permite llevar siempre conmigo mis favoritos en mi navegador sin necesidad de tener que entrar a la página del servicio.
El antivirus
ClamWin también tiene su versión “de viaje”. Especialmente útil para cuando tenemos que “curar” máquinas que no tienen conexión a Internet. Todo lo que tenemos que hacer es actualizar la base de datos de virus por medio de una máquina que sí tenga conexión y luego hacerla correr el programa en la “enferma”. Esto es algo a lo que voy a recurrir dentro de muy poco ya que algunas máquinas del colegio están infectadas por algo que me está dando unos pequeños pero molestos dolores de cabeza.
Dos de las
estrellas del software libre también están presentes en esta modalidad:
OpenOffice.org y
Gimp. Las dos versiones de que dispongo son la 2.0.4 y 2.2.13 respectivamente, aunque imagino que en el primer caso ya deben haber sacado una versión más actualizada y en el segundo estarán en ello (hace muy poco que salió la 2.4). Personalmente, encuentro el OpenOffice.org portátil un poco lento para su función. Si bien puede sacarnos de algún apuro justo cuando necesitemos una suite ofimática de emergencia, si lo queremos usar tan sólo como un lector de odf (open document format, el estandar al que pretendía reducir Microsoft con su OOXML), es mejor que recurramos a otros programas. Para esto, una rápida búsqueda en Google nos permitirá localizar un lector de ODF que además permita usarse como portátil. Y ahora que digo lector, también hay un lector de PDFs, por si algún despistado no ha instalado el Adobe Reader o el Foxit reader en su máquina: el
Sumatra PDF.
Hay algunos programas más disponibles, por lo que os sugiero que os paséis
por la web. Incluso podéis encontrar un pequeño programa para gestionar las aplicaciones que llevéis en vuestra flash memory. Sólo me queda añadir un pequeño detalle. Lo que os bajéis de ahí no es el archivo ejecutable, sino todos los archivos comprimidos en un autoejecutable. Al hacer doble clic sobre él, se descomprimirá su contenido en una carpeta dentro del mismo directorio donde tengáis el archivo. Dentro de esa carpeta, estará el ejecutable del programa. Por lo tanto, lo mejor es que descomprimáis la aplicación y luego borréis el archivo comprimido (conservando una copia por si las moscas, ya se sabe).¡Ay! Y otro detalle más. En ocasiones, hay aplicaciones que, aunque requieren instalación, se pueden instalar directamente en el pendrive, o copiar la carpeta en la que le instalamos en el disco duro. Uno de estos es el
Inkscape, un editor de gráficos vectoriales como el Illustrator pero en libre. Yo lo he probado y funciona (aunque más lento, claro).
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