Quedaría muy chulo decir que no creo en los signos del horóscopo por esta u otra razón científica, pero no es tan así. Es, sencillamente, que me da igual. Generalmente, cojo todo lo relacionado con el "mundo paranormal" con pinzas. Cuando me suceden una de esas cosas extrañas a las que yo no le puedo encontrar explicación, sencillamente lo dejo ahí. En algún momento le cuento a alguien la anécdota y ya está. Lo cierto es que me encuentro más cómodo en la cercanía de los escépticos que en la de los "divulgadores de lo oculto".
Pero no puedo negar que siento afinidad por mi signo (Geminis), haciendo gala de él de vez en cuando y poniéndomelo como chaqueta cuando me apetece. Es más una especie de creencia estética que otra cosa. Además, los signos del horóscopo son muy útiles para subir la autoestima, indentificándote con las virtudes del tuyo, y para justificar los defectos del otro (¡es lógico, es escorpio!).
En lo que sí que no creo es en los horóscopos, aquellos como los que aparecen en los periódicos. Pero no por estética, ni por simpatía, ni por nada. En algún momento encuentro divertidos verlos para comprobar como se equivocan, y eso cuando no hay otra cosa que hacer (como contar los relieves del estucado de la pared). Además, tengo una razón poderosa para no creer en ellos: a mí me pagaron un tiempo por escribirlos.
La oferta vino de una empresa con la que colaboraba escribiendo otro tipo textos. Cuando me lo propusieron, me mostré receloso. Ingenuamente, argumenté que no era astrólogo. La respuesta fue contundente: "tan sólo tienes que sacarlos de Internet y ya está".
De esto hace ya unos seis o siete años. Por aquel entonces, no tenía Internet ni había un café-net a mano, por lo que buscar material de referencia diario se me hacía muy difícil. ¿Cómo encaré la situación? Pues fácil: inventándomelos. Leía las características de cada signo para inspirarme y luego iba tocando ciertos tópicos de la manera más ambigua posible, pero siempre tratando de darle un viso de credibilidad. Como tenía que escibir los doce signos para siete días, que luego hacía llegar en una entrega semanal, aquello era un trabajo realmente duro. Quizás hubiese podido escribir cualquier tontería, pero a pesar carecer de un control de calidad externo, tenía el mío propio. No es que fuese un trabajo literario de primera magnitud, pero al menos puse toda la carne en el asador, intentando que la predicción de un signo no se pareciese a la de otro, que de tan ambigua resultase creíble, etc.
El "jueguito" duró dos semanas: no pude más y lo dejé. Era un esfuerzo que, pasada la emoción del primer momento, resultaba demasiado cansado para los beneficios que reportaba. Además, no puedo negar que sentía un poco de culpabilidad. Me preguntaba si habría gente que se creía lo que decía y moldeaba su actuar en base a lo que yo contaba. En aquel tiempo, el dinero escaseaba (sin contar con presiones de otro tipo), y esa fue la razón por la que memetí en aquello. Ahora, aunque el dinero sigue escaseando, no lo haría. Me he dado cuenta que para ciertas mentiras, sobre todo para aquellas que pueden resultar perjudiciales, no soy muy bueno.
Y por si alguien se lo pregunta: estaba muy mal pagado.
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