Para vendernos sus desodorantes, a Rexona se le ha ocurrido la fantástica idea de decirnos que los hombres somos unos bestias y las mujeres, unas brujas. O sea, la masculinidad reside en ser un imbécil que destroza la propiedad ajena para entrar en un sitio (intenta entrar así en un ministerio, verás que cara tan masculina y varonil te dejan los chapas); o en ser tan estúpido como para ir sentado en el techo del bus (será para no pagar el pasaje, digo yo; pero me gustaría verle hacer eso en un Colón-Camal, a ver cuanto aguanta ahí arriba). Y a todo esto, cuando llegas al trabajo, a sudor no oleras, pero si eres un “hombre hombre”, llegas con la ropa hecha una mierda.
Ahora bien, en el caso de la mujer no se pone en juego la feminidad. Se trata solamente de destacar, de ser increíble. E increíblemente descuidada, ojo, porque una mujer increíble usa la telekinesis a lo bestia, sin tener en cuenta lo que haya entre ella y lo que intenta mover (ésta se merece una beca en la escuela de Charles Xavier, o al menos en un jardín de infantes). Eso sí, si eres increíble, te aprovechas de ello para saltarte las colas al ir de compras (porque también sucumbes a los más banales vicios femeninos) y para no pagar en el metro, entrando al vagón como si fueses Superman, pero con las bragas por dentro. Y todo esto, con la música de “Bewitched” de fondo para recordarte que si eres increíble no es porque seas mutante o alienígena, sino sólo una bruja de andar por casa.
Hay anuncios que, aún recurriendo a estereotipos, hacen gracia. Te ries por la parte que te toca, esa parte común con los estereotipos que tenemos todos. Otros son completamente inocuos, no tienen ni chicha ni limona'. No nos vemos reflejados en ellos, ni nosotros ni a nadie de nuestro entorno. Apuntaron, pero al disparar no dieron en el blanco.
Por último, están las que la cagan, como el de Rexona. Señalan uno o varios elementos del estereotipo, los subrayan, y en lugar de un chiste, les queda un insulto. La gente, al ver como el tipo rompe el espejo para coger el desodorante, no dice “qué fuerte”: dice “qué imbecil”. Quizá querían exagerar la rudeza tópica del hombre para hacer una caricatura, pero lo que han hecho es acuñar una nueva frase. Cuando alguien haga alguna animalada por no pensar antes, podremos decirle: “Oye, tú usas Rexona, ¿verdad?”.
Por suerte, no uso ese desodorante. Si no, ya me habría cambiado a otro.
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